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Domingo, 24 de octubre

Semana XXX del tiempo ordinario, ciclo B

(Recuerda:
1. Pide el Espíritu Santo
2. Lee despacio y entiende
3. Medita qué te dice la Palabra de Dios
4. Ora, respóndele al Señor
5. Actúa, llévalo a tu vida)

Evangelio según san Marcos 10, 46-52
En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar:
—«Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí.»
Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más:
—«Hijo de David, ten compasión de mí.»
Jesús se detuvo y dijo:
—«Llamadlo.»
Llamaron al ciego, diciéndole:
-«Ánimo, levántate, que te llama.»
Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.
Jesús le dijo:
—«¿Qué quieres que haga por ti?»
El ciego le contestó:
—«Maestro, que pueda ver.»
Jesús le dijo:
-«Anda, tu fe te ha curado.»
Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

Pistas: Los discípulos de Jesús y un grupo de curiosos salen de la ciudad de Jericó. A las afueras hay un ciego, sentado al borde del camino, mendigando para buscarse la vida (como tantos ciegos en tiempo de Jesús que no tenían otra manera de buscarse la vida).
Oye ruido, más gente de lo normal. ¿Quién es el que pasa? Se entera que es Jesús, de quien había oído contar historias. Y se pone a gritarle: “Hijo de David, ten compasión de mí”. Molesta. La gente quiere hacerle callar. Pero su esperanza en Jesús, la fe en que puede hacer algo por él, le hace gritar.
Podemos parar un momento aquí. Y hacer una lectura espiritual. Necesitamos a Jesús, llamarle, buscarle. Pero tantas voces, tantas situaciones, nos dicen: calla, no existe, no está, no te va a hacer caso, no molestes, no está para ti…
Finalmente, Jesús le hace caso. Manda llamarle. Otras veces Jesús se acerca. Hoy usa intermediarios. Bonita metáfora de la Iglesia, a los que están en los bordes de los caminos de la vida sin ver, la Iglesia es enviada a decir: “ánimo, levántate, que te llama”. No sigas ahí tirado, ven, que está ahí Jesús, al que necesitas, al que buscas.
Sorprendente lo que nos cuenta ahora: soltó el manto y dio un salto. ¿Imaginas a un ciego dando un salto? ¿hacia dónde? Hacia Jesús. Esa parte está en la fe: dar un salto ante la voz de Jesús que te llama, arriesgarte.
Y llega donde Jesús: ¿Qué quieres que haga por ti? Maestro, que pueda ver. Anda, tu fe te ha curado. Y lo seguía por el camino.
Un último detalle: sabemos su nombre, porque cuando se predicaba este milagro en las primeras comunidades decían: “Si, Bartimeo, el de Timeo, el que conocéis…”. Bartimeo siguió a Jesús y finalmente entró a formar parte de la Iglesia después de su muerte y resurrección. Por eso los evangelios conservan su nombre.
Ahora, visualízate a ti. Jesús delante: ¿qué quieres que haga por ti? Y ora… pero no es el final, sino otro paso más: lo seguía por el camino…

Relee el Evangelio, escucha lo que Dios te dice, respóndele con tu oración y llévalo a tu vida.